sábado, 21 de noviembre de 2015

¡Tu di que NO!

¡Podemos decir que no!

Así tal cual, sin pena ni gloria, pero, ¿A qué decirle que no y por qué eso es relevante? 

Vivimos en sociedad, vaya que  a menos que seas ermitaño en medio del polo sur, toca convivir con un sin número de humanos. Para ello desde la más tierna infancia nos han mostrado cómo hay que relacionarse con los otros. Sin embargo y adosado a un sistema de nutrición de la autoestima o simplemente por cosas que suceden, existen casos en los que  se le enseña a los niños la exquisita relación de utilización de la parentela o la amistad, lo que trae por desarrollo la culpa o las obligaciones. Es decir que se plantean los deberes para/con la familia (fundamentalmente) o los amigos y a veces, peor: los colegas del trabajo.

Dependiendo de la situación de tu autoestima o por evitar "broncas", a veces seguro que has permitido que un pariente odioso pernocte en tu casa más de lo debido, te escamotee el refrigerado o la cartera. Puede que no lo reconozcas de buenas a primeras, pero en la situación social, (al menos en México, mi país), es así. porque se le atribuyen a la familia y amigos o similares valores que, en principio no abarcan a todos. El respeto o la ayuda deben ganarse, si GANARSE. Fomentar un sistema de ayuda que no diezme las propias energías o los recursos de uno, es prioridad. Pero hay momentos en los que sobrepasamos la propia capacidad ayudativa en aras de no sufrir el vapuleo de ser llamados "gandallas", "gachos", "mala onda" y otras lindezas. Y es aquí donde entra el uso de las culpas y otras manipulaciones. Y yo digo así sea tu mamá, tu papá o tu best friend, sino puedes, pues ¡NO Y YA! Ok, puede haber y practicarse la reciprocidad: osea que, si te han ayudado, tu ayuda. Aunque, también es cierto que ésto debe nacer de ti, no debe ser coercionado. Así mismo re patea escuchar "es que es tu mamá". No sabemos la relación que con ese ser lleve la otra persona. Aquí entran los valores desmedidos: Ni todas las madres son abnegadas fuentes de amor, ni todas las abuelas hacen galletitas para Navidad. 

Peor que todo es verse obligado a colaborar, asistir a una reunión o cualquier cosa que conjugue el "debo de..." o "tengo que...", sufrido, por no quedar mal. Dejar que otros decidan qué hacemos con nuestro tiempo y vida es de flojera monumental. 

Se dice que los gatos  son  caprichosos, pero hay que aprender a decir que no igual que ellos. Vaya que si algo no le place al felino simplemente no lo hace y ya. Esto en sí, quizá suene a hedonismo puro y seguro, pero, a la larga te darás cuenta de que la verdadera familia o amigos entiende, es sensible a tus problemas y comprende cuando no está en tu mano el ayudarles. No te juzga, ni te ofende y  mucho menos recurre a alguna pantomima chantajistica con tal de obtener un favor tuyo. Quizá no seas el alma de las fiestas, pero te tengo noticias: ¡No tienes por qué serlo! La vida es sumamente corta para hacer siempre lo que otros quieren. 

Una cosa es hacer un par de sacrificios por alguien amado y otra es tener pensionado a algún familiar o conocido de forma vitalicia. 

En suma, decir no de cuando en cuando, es un si para la propia paz mental. De esta forma no incurriremos en el regalo de nuestras horas laborales, sólo porque somos el pariente que estudió "para eso": (insertaré aquí el ejemplo de la tía que pide al sobrino diseñador gráfico las invitaciones para los quinces de la prima...).  Realizar alguna beneficencia es cuestión tuya y sólo tuya. No cedas a la presión social  y date el placer culposo de ser "mala onda" de cuando en cuando.



A. (Es decir, la madre de las bishas peludas que andan por este blog).